CUESTIONARIO NIVELACIÓN
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SEMANA 5 Y 6: 26 DE OCTUBRE AL 06 DE NOVIEMBRE
SEMANAS 3 Y 4: 13 AL 23 DE OCTUBRE
Texto 6:
DEL SUICIDIO
[…]
Supongamos que no está ya en mi poder
promover interés del Estado. Supongamos que soy una carga para él. Supongamos
que mi vida evita que otra persona sea más útil para el bien público. En tales
casos, mi dimisión de la vida no sería sólo inocente, sino loable. Y la mayor
parte de las personas que sienten alguna tentación de abandonar la existencia
se encuentran en una situación semejante. Quienes gozan de salud, de poder o de
autoridad suelen tener mejores razones para estar a buenas con el mundo.
Un hombre interviene en una conspiración en
pro del interés público, es detenido bajo sospecha y se le amenaza con
someterle al potro. Sabe, por su debilidad, que le harán confesar su secreto.
¿Podría una persona así servir mejor al interés público que poniendo fin a su
miserable vida? Éste fue el caso del famoso y valeroso Strozzi de Florencia.
Imaginemos ahora a un malhechor justamente
condenado a una muerte infame. ¿Puede pensarse en una razón por la cual no
puede anticipar su castigo y librarse de la angustia que le provoca su
aproximación a él? Se entromete en la función de la providencia en no mayor
medida que lo hiciera el juez que ordenó su ejecución, y su muerte voluntaria
es asimismo beneficiosa para la sociedad, al librarla de un miembro pernicioso.
Que el suicidio pueda a menudo ser
coherente con el interés y con las obligación para con nosotros mismos no puede cuestionarlo nadie que conceda que la
edad, la enfermedad o la desgracia pueden hacer que la vida sea una carga y se
convierta en algo peor que su aniquilamiento. Yo creo que nadie dejaría la vida
mientras valiera la pena conservarla. Pues es tal el horror natural que nos
inspira la muerte, que los pequeños motivos nunca podrán reconciliarnos con
ella. Y, aunque tal vez la salud y la suerte de una persona no parecieran
requerir tal remedio, podemos al menos tener la seguridad de que cualquiera
que, sin razón aparente, recurre a él estará aquejado de tal depravación o
melancolía de ánimo que envenena todo su disfrute y la sumerge en una miseria
cual si hubieran caído sobre ella las más penosas desgracias.
Si se da por supuesto que el suicidio es un
crimen, solamente la cobardía nos puede impulsar a cometerlo. Si no es un
crimen, son la prudencia y el valor los que nos llevan a dejar la existencia de
una vez, cuando se convierte para nosotros en una carga. Es la única manera en
la que, en tal caso, podemos ser útiles para la sociedad, estableciendo un
ejemplo que, si fuera imitado, preservaría las oportunidades de felicidad en la
vida de cada uno, y le libraría eficazmente de todo peligro de caer en la
miseria.
David Hume
Del Suicidio [apartado]
Compromiso.
Semana 1 y 2: del 14 al 24 de julio de
2020
Mapa mental concepto del suicido con base en el Texto de Hume que se encuentra en el módulo. Para profundizar y ampliar la información del mapa navega en internet sobre las principales causas de esta flagelo, sus repercusiones sociales, culturales y de salud pública.
Texto 5:
* * *
No corremos hacia la muerte; huimos de la catástrofe del nacimiento. Nos debatimos como sobrevivientes que tratan de olvidarla. El miedo a la muerte no es sino la proyección hacia el futuro de otro miedo que se remonta a nuestro primer momento.
Nos repugna, es verdad, considerar al nacimiento una calamidad: ¿acaso no nos han inculcado que se trata del supremo bien y que lo peor se sitúa al final, y no al principio, de nuestra carrera? Sin embargo, el mal, el verdadero mal, está detrás, y no delante de nosotros. Lo que a Cristo se le escapó, Buda lo ha comprendido: «Si tres cosas no existieran en el mundo, oh discípulos, lo Perfecto no aparecería en el mundo...» Y antes que la vejez y que la muerte, sitúa el nacimiento, fuente de todas las desgracias y de todos los desastres.
* * *
Cuando pienso en tantos amigos que ya no existen, siento lástima por ellos. Sin embargo, no resultan tan dignos de compasión, pues han resuelto todos sus problemas, empezando por el de la muerte.
* * *
Durante años, durante una vida, pensar sólo en los últimos momentos para comprobar, cuando por fin se acerca uno a ellos, que ha sido inútil, que la idea de la muerte ayuda a todo, salvo a morir.
* * *
Siempre que no pienso en la muerte tengo la impresión de trampear, de engañar a alguien dentro de mí.
* * *
Se nos ha enseñado tanto a aferrarnos a las cosas, que cuando queremos liberarnos de ellas no sabemos cómo hacerlo. Y si la muerte no viniera a ayudarnos, nuestra terquedad por subsistir nos haría encontrar una fórmula de existencia más allá del desgaste, más allá de la misma senilidad.
* * *
De nada vale decir: la muerte es lo mejor que la Naturaleza encontró para contentar a todo el mundo. Con cada uno de nosotros todo se desvanece, todo cesa para siempre. ¡Qué ventaja, qué abuso! Sin el menor esfuerzo por nuestra parte disponemos del universo, lo arrastramos en nuestra desaparición. Decididamente morir es lo inmoral...
* * *
El hombre acepta la muerte pero no la hora de su muerte. Morir cuando sea, salvo cuando haya que morir.
* * *
Me decía usted que la muerte no existe. Estoy de acuerdo a condición de precisar en el acto que nada existe. Conceder realidad a cualquier cosa y negársela a lo que parece tan manifiestamente real, es pura extravagancia.
* * *
La vida no es nada; la muerte es todo. Sin embargo, no existe algo que sea la muerte independientemente de la vida. Y es justamente esa ausencia de realidad distinta, autónoma, lo que hace a la muerte universal; no tiene un dominio propio, es omnipresente como todo lo que carece de identidad, de límite y de decoro: una infinidad indecente.
* * *
En el fondo cada cual se cree y se siente inmortal, aunque sepa que va expirar dentro de un instante. Se puede comprender todo, admitir todo, imaginar todo, salvo la propia muerte, aunque se piense en ella sin descanso y se esté resignado.
* * *
Aquella mañana en el matadero miraba a las bestias que encaminaban a la matanza. Casi todas, en el último momento, se negaban a avanzar. Para decidirlas, les golpeaban las patas traseras.
* * *
Esta escena se me representa a menudo cuando, rechazado por el sueño, no tengo fuerzas para afrontar el suplicio cotidiano del tiempo.
* * *
Lo que cada cual espera desde siempre, tenga o no paciencia, es evidentemente la muerte. Pero sólo lo sabe cuando llega... cuando ya es demasiado tarde para gozar de ella.
* * *
La muerte no es absolutamente inútil. Después de todo gracias a ella nos será dado recobrar el espacio anterior al nacimiento, nuestro único espacio...
* * *
La muerte es la providencia para aquellos que han tenido el gusto y el don del fracaso, es la recompensa para todos los que no han logrado nada, que nada tenían que lograr... Les da la razón, es su triunfo. Por el contrario, para los otros, los que han luchado por tener éxito y lo han logrado, qué chasco, qué bofetón.
E. M. Cioran
Del inconveniente de haber nacido [aforismos seleccionados]
CUARTO PERIODO: SEMANAS 1 Y 2: 21 DE SEPTIEMBRE AL 02 DE OCTUBRE
¿Qué
somos nosotros como seres pensantes?
TÓPICO GENERATIVO:
“ LAS PROFUNDIDADES DEL YO Y EL PROBLEMA DE LA LIBERTAD”
META ESPECÍFICA:
El estudiante comprenderá
los diferentes móviles que pueden determinar nuestra conducta.
TÓPICOS ESPECÍFICOS:
Alma Humana
La Cognición: Etapas del
Aprendizaje, representación simbólica, desarrollo neurológico.
La conducta: Móviles de las acciones.
La Conciencia: Inconsciente. Consciente y pre-consciente.
DESEMPEÑOS:
El estudiante comprende el origen y la importancia de la psicología en la historia de la Filosofía.
El estudiante comprende las condiciones de la investigación psicológica en relación con sus métodos.
El estudiante reconoce las orientaciones de la psicología en la exploración de la naturaleza del propio yo.
Continuemos aprendiendo sobre antropología...
Texto 3:
EL PROBLEMA EN LA IDEA DEL HOMBRE
Si se pregunta a un europeo
culto lo que piensa al oír la palabra hombre, casi siempre empezarán a
rivalizar en su cabeza tres círculos de ideas, totalmente inconciliables entre
sí. Primero, el
círculo de ideas de la tradición judeocristiana: Adán y Eva, la
creación, el Paraíso, la caída. Segundo, el círculo de ideas de la antigüedad
clásica; aquí la conciencia que el hombre tiene de sí mismo se elevó por
primera vez en el mundo a un concepto de su posición singular mediante la tesis
de que el hombre es hombre porque posee “razón”, logos, fronesis, ratio, mens, etc., donde logos significa tanto la palabra como la
facultad de apresar el “qué” de todas las cosas. Con esta concepción se enlaza
estrechamente la doctrina de que el universo entero tiene por fondo una “razón”
sobrehumana, de la cual participa el hombre y sólo el hombre entre todos los
seres. El tercer círculo
de ideas es el círculo de las ideas forjadas por la ciencia moderna de la
naturaleza y por la Psicología genética y que se han hecho tradicionales
también hace mucho tiempo; según estas ideas, el hombre sería un producto final
y muy tardío de la evolución del planeta Tierra, un ser que sólo se
distinguiría de sus precursores en el reino animal por el grado de complicación
con que se combinarían en él energía y facultades que en sí ya existen en la
naturaleza infrahumana. Esos tres círculos de ideas carecen entre sí de toda
unidad. Poseemos, pues, una antropología científica, otra filosófica y otra
teológica, que no se preocupan una de otra. Pero no poseemos una idea unitaria
del hombre. Por otra parte, la multitud siempre creciente de ciencias especiales
que se ocupan del hombre, ocultan
la esencia de éste mucho más de lo que la iluminan, por valiosas que
sean. Si se considera, además, que los tres citados círculos de ideas
tradicionales están hoy fuertemente quebrantados, y de un modo muy especial la
solución darwinista al problema del origen del hombre, cabe decir que en
ninguna época de la historia ha resultado el hombre tan problemático para sí
mismo como en la actualidad […].
Max Scheler
El puesto del hombre en el cosmos [apartado]
Actividad 4 en
clase:
A partir del texto de Scheler, esquematiza los tres círculos de ideas en los cuales se puede enmarcar la antropología tradicional. Luego, en el esquema siguiente, desarrolla cada teoría y plantea con qué circulo cada una de ellas puede tener relación.
SEMANA 11: 14 AL 18 DE SEPTIEMBRE
Texto 2:
LAS PREGUNTAS DE KANT
2
Kant
ha sido quien con mayor agudeza ha señalado la tarea propia de una antropología
filosófica. En el Manual que contiene sus cursos de lóogica, que no fue
editado por él mismo ni reproduce literalmente los apuntes que le sirvieron de
base, pero que sí aprobó expresamente, distingue una filosofía en el sentido
académico y un filosofía en el sentido cósmico (in sensu cosmico). Caracteriza
a ésta como la “ciencia de los fines últimos de la razón humana”, o como la
“ciencia de las máximas supremas del uso de nuestra razón”. Según él, se puede
delimitar el campo de esta filosofía en sentido universal mediante estas
cuatro preguntas: “1.—¿Qué puedo saber? 2.—¿Qué debo hacer? 3.—¿Qué me cabe
esperar? 4.—¿Qué es el hombre? A la primera pregunta responde la metafísica, a
la segunda la moral, a la tercera la religión y a la cuarta la antropología.” Y
añade Kant: “En el fondo, todas estas disciplinas se podrían refundir en la
antropología, porque las tres primeras cuestiones revierten en la última.”
[…]
Pero,
cosa sorprendente, ni la antropología que publicó el mismo Kant ni las nutridas
lecciones de antropologaí que fueron publicadas mucho después de su muerte nos
ofrecen nada que se parezca a lo que él exigía de una antropología filosófica.
Tanto por su intención declarada como por todo su contenido ofrecen algo muy
diferente: toda una plétora de preciosas observaciones sobre el conocimiento
del hombre, por ejemplo, acerca del egoísmo, de la sinceridad y la mendacidad,
de la fantasía, el don profético, el sueño, las enfermedades mentales, el
ingenio. Pero para nada se ocupa de qué sea el hombre ni toca seriamente
ninguno de los problemas que esa cuestión trae consigo: el lugar especial que
al hombre corresponde en el cosmos, su relación con el destino y con el mundo
de las cosas, su comprensión de sus congéneres, su existencia como ser que sabe
que ha de morir, su actitud en todos los encuentros, ordinarios y
extraordinarios, con el misterio, que componen la trama de su vida. En esa
antropología no entra la totalidad del hombre. Parece como si Kant
hubiera tenido reparos en plantear realmente, filosofando, la cuestión que
considera como fundamental.
Un
filósofo de nuestros días, Martin Heidegger, que se ha ocupado (en su Kant
und das Problem der Metaphysik, 1929) de esta extraña contradicción, la
explica por el carácter indeterminado de la cuestión o pregunta “qué sea
el hombre”. Porque el modo mismo de preguntar por el hombre es lo que se habría
hecho problemático. En las tres primeras cuestiones de Kant se trata de la finitud
del hombre. “¿Qué puedo saber?” implica un no poder, por lo tanto, una
limitación “¿Qué debo hacer?” supone algo con lo que no se ha cumplido
todavía, también, pues, una limitación; y “¿Qué me cabe esperar?”
significa que al que pregunta le está concedida una expectativa y otra le es
negada, y también tenemos otra limitación. La cuestión cuarta sería, pues, la
que pregunta por la “finitud del hombre”, pero ya no se trata de una cuestión
antropológica, puesto que preguntamos por la esencia de nuestra existencia. En
lugar, pues, de la antropología, tendríamos como fundamento de la metafísica la
ontología fundamental.
Pero
adondequiera que nos lleve este resultado, hay que reconocer que no se trata ya
de un resultado kantiano. Heidegger ha desplazado el acento de las tres
interrogaciones kantianas. Kant no pregunta: “¿Qué puedo conocer?”, sino
“¿Qué puedo conocer?” Lo esencial en el caso no es que yo sólo puedo
algo y que otro algo no puedo; no es lo esencial que yo únicamente sé
algo y dejo de saber también algo; lo esencial es que, en general, puedo
saber algo, y que por eso puedo preguntar qué es lo que puedo saber. No se
trata de mi finitud sino de mi participación real en el saber de lo que hay por
saber. Y del mismo modo, “¿Qué debo hacer?” significa que hay un hacer
que yo debo, que no estoy, por tanto, separado del hacer justo, sino que, por
eso mismo que puedo experimentar mi deber, encuentro abierto el
acceso al hacer. Y, por último, tampoco el “¿Qué me cabe esperar?” quiere
decir, como pretende Heidegger, que se hace cuestionable la expectativa, y que
en el esperar se hace presente la renuncia a lo que no cabe esperar, sino que,
por el contrario, nos da a entender, en primer lugar, que hay algo que cabe
esperar (pues Kant no piensa, claro está, que la respuesta a la pregunta habría
de ser: ¡Nada!), y en segundo, que me es permitido esperarlo, y, en tercero,
que, por lo mismo que me es permitido, puedo experimentar qué sea lo que puedo
esperar. Esto es lo que Kant dice.
Y
el sentido de la cuarta pregunta, a la que pueden reducirse las tres
anteriores, sigue siendo en Kant éste: ¿Qué tipo de criatura será ó﷽﷽﷽﷽﷽﷽﷽﷽ndo, que me es permi- a travgantes
sean concisos y aclaren pasajes oscuros o difinterpretaciseñalados
ésta que puede saber, debe hacer y le cabe
esperar? Y que las tres cuestiones primeras puedan reducirse a esta última
quiere decir: el conocimiento esencial de este ser me pondrá de manifiesto qué
es lo que, como tal ser, puede conocer, qué es lo que, como tal ser,
debe hacer, y qué es lo que, también como tal ser, le cabe esperar. Con
esto se ha dicho, a su vez, que con la finitud que supone el que solamente se
puede saber esto, va ligada indisolublemente la participación en lo infinito,
participación que se logra por el mero hecho de poder saber. Y se ha dicho
también que con el conocimiento de la finitud del hombre se nos da al mismo
tiempo el conocimiento de su participación en lo infinito, y no como dos
propiedades yuxtapuestas, sino como la duplicidad del proceso mismo en el que
se hace cognoscible verdaderamente la existencia del hombre. Lo finito actúa en
ella, y también lo infinito; el hombre participa en lo finito y también
participa en lo infinito.
Ciertamente,
Kant no ha respondido ni siquiera intentado responder a la pregunta que enderezó
a la antropología: ¿Qué es el hombre? Desarrolló en sus lecciones una
antropología bien diferente de la que él mismo pedía, una antropología que, con
criterio histórico-filosófico, se podría calificar de anticuada trabada aun con
la antropografía de los siglos XVII y XVIII, tan poco crítica. Pero la
formulación de la misión que asignó a la antropología filosófica que propugnaba
constituye un legado al que no podemos renunciar.
Martin Bubber
¿Qué es el hombre? [aparatado]
1. Responde en
parejas las siguientes preguntas a partir de lo mencionado en el texto:
a) Según el
autor, ¿cómo interpreta Heidegger la antropología de Kant?
b) ¿Cómo
Heidegger relaciona la “infinitud” con la naturaleza humana?
c) ¿Creen que las
tres preguntas kantianas realmente sintetizan la preocupación de la
antropología?, ¿sacarías una o agregarías otra?
2. Realiza un
listado de por lo menos cinco temas que un filósofo antropólogo debe atender
sobre la naturaleza del hombre y presenta un posible modo de tratarlos.