SEMANA 11: 14 AL 18 DE SEPTIEMBRE
Texto 2:
LAS PREGUNTAS DE KANT
2
Kant
ha sido quien con mayor agudeza ha señalado la tarea propia de una antropología
filosófica. En el Manual que contiene sus cursos de lóogica, que no fue
editado por él mismo ni reproduce literalmente los apuntes que le sirvieron de
base, pero que sí aprobó expresamente, distingue una filosofía en el sentido
académico y un filosofía en el sentido cósmico (in sensu cosmico). Caracteriza
a ésta como la “ciencia de los fines últimos de la razón humana”, o como la
“ciencia de las máximas supremas del uso de nuestra razón”. Según él, se puede
delimitar el campo de esta filosofía en sentido universal mediante estas
cuatro preguntas: “1.—¿Qué puedo saber? 2.—¿Qué debo hacer? 3.—¿Qué me cabe
esperar? 4.—¿Qué es el hombre? A la primera pregunta responde la metafísica, a
la segunda la moral, a la tercera la religión y a la cuarta la antropología.” Y
añade Kant: “En el fondo, todas estas disciplinas se podrían refundir en la
antropología, porque las tres primeras cuestiones revierten en la última.”
[…]
Pero,
cosa sorprendente, ni la antropología que publicó el mismo Kant ni las nutridas
lecciones de antropologaí que fueron publicadas mucho después de su muerte nos
ofrecen nada que se parezca a lo que él exigía de una antropología filosófica.
Tanto por su intención declarada como por todo su contenido ofrecen algo muy
diferente: toda una plétora de preciosas observaciones sobre el conocimiento
del hombre, por ejemplo, acerca del egoísmo, de la sinceridad y la mendacidad,
de la fantasía, el don profético, el sueño, las enfermedades mentales, el
ingenio. Pero para nada se ocupa de qué sea el hombre ni toca seriamente
ninguno de los problemas que esa cuestión trae consigo: el lugar especial que
al hombre corresponde en el cosmos, su relación con el destino y con el mundo
de las cosas, su comprensión de sus congéneres, su existencia como ser que sabe
que ha de morir, su actitud en todos los encuentros, ordinarios y
extraordinarios, con el misterio, que componen la trama de su vida. En esa
antropología no entra la totalidad del hombre. Parece como si Kant
hubiera tenido reparos en plantear realmente, filosofando, la cuestión que
considera como fundamental.
Un
filósofo de nuestros días, Martin Heidegger, que se ha ocupado (en su Kant
und das Problem der Metaphysik, 1929) de esta extraña contradicción, la
explica por el carácter indeterminado de la cuestión o pregunta “qué sea
el hombre”. Porque el modo mismo de preguntar por el hombre es lo que se habría
hecho problemático. En las tres primeras cuestiones de Kant se trata de la finitud
del hombre. “¿Qué puedo saber?” implica un no poder, por lo tanto, una
limitación “¿Qué debo hacer?” supone algo con lo que no se ha cumplido
todavía, también, pues, una limitación; y “¿Qué me cabe esperar?”
significa que al que pregunta le está concedida una expectativa y otra le es
negada, y también tenemos otra limitación. La cuestión cuarta sería, pues, la
que pregunta por la “finitud del hombre”, pero ya no se trata de una cuestión
antropológica, puesto que preguntamos por la esencia de nuestra existencia. En
lugar, pues, de la antropología, tendríamos como fundamento de la metafísica la
ontología fundamental.
Pero
adondequiera que nos lleve este resultado, hay que reconocer que no se trata ya
de un resultado kantiano. Heidegger ha desplazado el acento de las tres
interrogaciones kantianas. Kant no pregunta: “¿Qué puedo conocer?”, sino
“¿Qué puedo conocer?” Lo esencial en el caso no es que yo sólo puedo
algo y que otro algo no puedo; no es lo esencial que yo únicamente sé
algo y dejo de saber también algo; lo esencial es que, en general, puedo
saber algo, y que por eso puedo preguntar qué es lo que puedo saber. No se
trata de mi finitud sino de mi participación real en el saber de lo que hay por
saber. Y del mismo modo, “¿Qué debo hacer?” significa que hay un hacer
que yo debo, que no estoy, por tanto, separado del hacer justo, sino que, por
eso mismo que puedo experimentar mi deber, encuentro abierto el
acceso al hacer. Y, por último, tampoco el “¿Qué me cabe esperar?” quiere
decir, como pretende Heidegger, que se hace cuestionable la expectativa, y que
en el esperar se hace presente la renuncia a lo que no cabe esperar, sino que,
por el contrario, nos da a entender, en primer lugar, que hay algo que cabe
esperar (pues Kant no piensa, claro está, que la respuesta a la pregunta habría
de ser: ¡Nada!), y en segundo, que me es permitido esperarlo, y, en tercero,
que, por lo mismo que me es permitido, puedo experimentar qué sea lo que puedo
esperar. Esto es lo que Kant dice.
Y el sentido de la cuarta pregunta, a la que pueden reducirse las tres anteriores, sigue siendo en Kant éste: ¿Qué tipo de criatura será
ésta que puede saber, debe hacer y le cabe
esperar? Y que las tres cuestiones primeras puedan reducirse a esta última
quiere decir: el conocimiento esencial de este ser me pondrá de manifiesto qué
es lo que, como tal ser, puede conocer, qué es lo que, como tal ser,
debe hacer, y qué es lo que, también como tal ser, le cabe esperar. Con
esto se ha dicho, a su vez, que con la finitud que supone el que solamente se
puede saber esto, va ligada indisolublemente la participación en lo infinito,
participación que se logra por el mero hecho de poder saber. Y se ha dicho
también que con el conocimiento de la finitud del hombre se nos da al mismo
tiempo el conocimiento de su participación en lo infinito, y no como dos
propiedades yuxtapuestas, sino como la duplicidad del proceso mismo en el que
se hace cognoscible verdaderamente la existencia del hombre. Lo finito actúa en
ella, y también lo infinito; el hombre participa en lo finito y también
participa en lo infinito.
Ciertamente,
Kant no ha respondido ni siquiera intentado responder a la pregunta que enderezó
a la antropología: ¿Qué es el hombre? Desarrolló en sus lecciones una
antropología bien diferente de la que él mismo pedía, una antropología que, con
criterio histórico-filosófico, se podría calificar de anticuada trabada aun con
la antropografía de los siglos XVII y XVIII, tan poco crítica. Pero la
formulación de la misión que asignó a la antropología filosófica que propugnaba
constituye un legado al que no podemos renunciar.
Martin Bubber
¿Qué es el hombre? [aparatado]
1. Responde en
parejas las siguientes preguntas a partir de lo mencionado en el texto:
a) Según el
autor, ¿cómo interpreta Heidegger la antropología de Kant?
b) ¿Cómo
Heidegger relaciona la “infinitud” con la naturaleza humana?
c) ¿Creen que las
tres preguntas kantianas realmente sintetizan la preocupación de la
antropología?, ¿sacarías una o agregarías otra?
2. Realiza un
listado de por lo menos cinco temas que un filósofo antropólogo debe atender
sobre la naturaleza del hombre y presenta un posible modo de tratarlos.
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